Andrea Valentina

Insomnio a la carta ( La soledad )

¿Porque callo cuando la soledad me empuña como su herramienta, me embadurna de angustias y en tinta delinea mi condena?

¿Por qué mis letras esta vez no se sublevan  y en vez de mostrarse verticales se muerden por ocultar las heridas emulando ajenas faenas?

Porqué escapar detrás de nuevas lunas… porqué este muro de carencias…

 

¡Porque el silencio!

¿Por qué?

¿Porque conciencia?

 

Si se me mueren los sueños en las manos…

Y mi alma se empantana sin buscarlo,

Si soy realmente la dueña de mis actos

¡Porqué callo!

 

Tal vez por el mismo motivo que el sol repliega sus brazos al verla y batallando contra si, intenta ya no abrazarla y olvidar…

Olvidar si. Olvidar como era tenerla ceñida a su cintura y el aliento romántico de la lluvia cubriéndolos, olvidar el rosario de besos transformándose en espuma, en abrigo, en locura y sucumbir. Sucumbir todo tú ante la idea del quiero, del no quiero y de tantos tiernos alivios de horizontes y paisajes; de corales, de rojo intenso y papel.

Ocurre que la felicidad parecía eso, o eso se parecía a la felicidad.

Porque aquella poesía estaba dibujada en tu cuerpo, para tu cuerpo, en tu todo, y en mí.

Hoy, aquella vasija donde descansaba mi soberbia dormida ya no esta, tampoco el soldado de tu cuerpo… solo retazos y recuerdos. Recuerdos que a menudo hacen mal.

 

¿Y si la soledad fuera la puerta? La gran puerta cerrada que no nos permite escapar y tras el recogimiento de las ganas, solo nos dejara percibir el rumor de la noche y su rezongo lejano.

¿Y si fuera eso? Si fuera la encargada de alentarnos al próximo paso, susurrándonos…

Vamos, pescador de anhelos, la noche ya no sabe que hacer con las estrellas, si clavarlas o sostenerlas para que dure un poco más y la felicidad…

La felicidad ya no soporta tanta agonía.