Oh, Laura, que la luz maravillosa
de tu sonrisa virginal y santa
a la que mi alma con amor le canta
jamás se torne en diferente cosa
pues si luciendo tan esplendorosa
como es que al punto en tu faz se agiganta
deriva en gracia sinigual -¡y cuánta!-
del todo experta en cautivar, gloriosa;
al permitirle que de sacrosanta
pase a no ser como mi ver la goza
prescindirá de su fulgor que encanta,
destello insigne cuyo en tí reposa
Laura feliz, inmarcesible, santa
sonriente utual a quien mi loa endiosa.