Alguien tiene que arrojar las rosas
al paso estelar de la princesa,
alguien tiene que colmarle de jazmines
los sitios en donde ondea su figura.
Aprehender los murmullos de algún bosque
y hacerlos arpegios de violines,
que acaricien sus oídos mil canciones,
hablando del amor de tras los mares,
hacer de un otoño primavera
y engalanar sus veredas con colores
de grafitis descolgados del ramaje.
Alguien tiene que encontrar el rumor del arroyuelo
y hacerlo una cascada con su risa,
reflejar el candor de su mirada en algún lago
con temblores azules de los cielos
y el níveo copete de los riscos.
Alguien tiene que trepar a su ventana
a musitarle los versos en la noche
y atrapar los destellos de la luna
para encender con ellos su mirada.
Alguien tiene que ser ladrón de estrellas
y ataviar sus delicias al desnudo,
alguien tiene que dejarse tentar
y ofrecerle los labios a la espera
del ensueño total que lleva un beso.
Alguien tiene que hacerlo…
¿Y quién sino yo, que la amo tanto
y dejo el corazón en la poesía?
Derechos reservados por Ruben Maldonado.