El olor a ocaso, se acentuó en la tarde,
cuando el sol declinó en el horizonte,
dejando en las nubes una estela purpurina,
matizando el valle, donde se anidó el sinsonte.
Acurrúcome con una dulce mansedumbre,
en el peñón altivo, donde se divisa el llano,
desde aquí yo te aguardo, año tras año,
con una lágrima furtiva
que me dejó el verano.
El rumor de las aguas cristalinas,
se adhiere a mis oidos, cual música cantarina,
de aquellas melodías que entonan las ondinas,
dispersando sus ecos, en la región marina.
Quisiera erguirme hasta la nube alta
y contemplar desde allí, la blanca espuma
de las olas, que airosas se levantan
para teñir con verde azul la playa.
La noche entra galana
con un séquito de luceros,
reflejándose en el agua
de ese mar, que tanto quiero.
Y yo acurrucada sigo,
con mis pies tocando el suelo
marcando profunda huella,
que en el tiempo quede perenne...
para dejar constancia
que te amé en la distancia.
Acariciada por la brisa
y con ojos color de cielo,
sigo esperando un velero
que me traiga al marinero
que zarpó al infinito
llevándose mis sueños.
Felina