Con la sed de las arenas
nace la luna ardiente de piel morena,
como el espejismo de un sueño
desde el pálido marfil del beso
sonríe mi flor del desierto.
Arrulladora la sombra de un velo
eclipsa el tierno gris de su mirada,
mas de la oscuridad sofocante
con sietes dudas a la cintura
renace la esperanza de sus dunas,
trinando antiguos ritmos febriles
de vientres orillados a la entrega
como un oasis de amor.
Inocencia granada en los labios
de su beduina forma de amar,
compañía de parte y todo
cual corazón en cuarto creciente.