Llego la hora de aceptar la soledad,
de mirar hacia dentro mi desgracia,
de contemplar mi profunda tristeza
y mirarme al espejo sin pretexto.
Llego la hora de verla lentamente
corroer sin piedad hasta mis huesos,
de verla lacerar mi herido corazon
y observar con sinismo mi tormento.
Y sentirla triturar entre sus manos
cada pedazo de mi destrozada alma,
y oir mis lamentos y mis quejas
conjugando mis sollozos y mis lagrimas.
Y mientras tanto exhibir ante ti...
una estupida sonrisa.