Le Dije a mis hijos:
-Cuando vayan a pescar sabiduría,
llevensé la tarraya de la humildad.
A mi padre (honro a mis padres, luego existo)
¿Haz sentido la mirada penetrante de una Orquídea?
Caminaba barranco abajo,
entre faena de jimadores,
mujeres manos de masa
y tierra de madre santísima.
Sostenía mi tarraya en el hombro izquierdo,
a lado del corazón como me enseñó mi padre;
me nutría la mirada con los borregos en el cielo,
que pacían entre agaves azules
y cerros de verdor penetrante.
Su perfume de afrodita me contuvo el aliento
y la idea de una pesca memorable;
alcé la mirada,
con el alma en la nariz apuntando al senit.
Redoblé el suspiro,
(como tambor de cuero de corazón de antílope
mi padre tenía uno en la voz),
seguro que entre el diluvio de luz,
y un alo de diva milenaria,
encontraría una orquídea azul
de bulbos azafrán.
A pesar de ser tan bellas,
son tímidas las damiselas,
y prefieren llevar la delantera
de ser quien primero te vean.
Me corrió las espalda entera,
una mirada de Buenos Días en el Paraíso;
cerré los ojos y la metí entre el amor de mi madre
y la gracia de Dios.
Tomé mi tarraya (que se cayó ante la venia de su mirada),
la monte del lado izquierdo
y me tragué las ganas de besarla con los ojos
después que le hizo el amor a mi espalda.