En un instante fecundo
intentaré mi más hermoso poema,
una víctima de mi idolatría,
tan inocente como sus pecados.
En aquel instante fecundo
intentaré nazca etéreo y visceral
arrastrándose desde mi garganta
hasta mi lengua curtida en verdad,
intentaré destilarlo en ondas
ásperamente exhaladas
deseando al verterlas en mi voz
dejen detrás su sabor a verso y a palabra.
Un poema tan hermoso
como un tierno destello de felicidad.
Y como un ingenuo pacto con el dolor
frágil sus notas rompan el silencio
porque a pesar de la tristeza
sólo si es susurro en tu oído
será poesía.