Somos un oráculo que palpa,
reflexiona y siente.
Muchas palabras son figuras
de hechos que aún no acontecen,
pero que están guardados
en el corazón que los contiene.
¿Qué haremos, entonces,
con las palabras de nuestra fuente?
¿Sembraremos oráculos de vida
o esparciremos la sombra de la muerte?
Una verdad siempre se manifiesta:
un oráculo vuelve con fruto a su fuente.