Había una vez un hombre
Que rondaba ese momento
En el que la gente empieza
A definir y redefinir
Las partes que lo conforman.
En los inicios,
Cuando aún era un niño,
Los juegos, la crueldad
De la que los infantes
Se jactan, el vecindario
De trabajadores incesantes
Y todos sus detalles
Pasaron con bombos y platillos,
Con peculiar trascendencia
Frente a los ojos de este personaje.
Fue testigo de injusticias,
De horas sonreídas,
De juegos interminables
A veces bajo las noches lúgubres,
De una que otra cita de algún tipo
Con la señora muerte,
Y ahí, en ese espacio puntiagudo
Se edificó ese mundo tan único
Del cual solo los niños pueden ser
Artífices.
Ocho años después
De vivir en ese paraje
Todo Cambió:
Dejó el vecindario
En el que estaba creciendo
Y repentinamente llegó
A un nuevo espacio,
Un lugar donde el silencio reina
Y donde, de paredes para adentro
Se habla de lo que no se sabe.
Aquel personaje ya no era tan niño,
Y los que ahí vivían
Antes de su llegada
Eran sus contemporáneos.
Fue un cambio interesante:
Nunca, hasta entonces,
Llegó a creer que podría rodearse
De ese aire, de esas risas,
De esos juegos y de esa variación
De la crueldad de los
No tan infantes,
Que ahora tenía un poco más
De alguna suerte de distinción.
Fue en ese momento
Y en ese pavimento
Donde este joven empezó a
Concretar algunos de sus
Más relevantes aspectos:
Fue en ese lugar donde aprendió
Y se formuló su admiración
Y respeto por las mujeres,
Donde presenció a la hipocresía
Inundando a las personas
Que lo rodeaban, y donde
Esta misma lo contagió un poco.
En esa época también
Empezó a interesarse por la gente
Que ni siquiera conocía,
La gente a la que la justicia
Le daba la espalda.
Se definió en él cierta sensibilidad
Que a la larga abarcaba todos
Y cada uno de los componentes
De su humanidad. Se convirtió
En un romántico empedernido
Y orgulloso y algo malentendido.
Conoció de primera mano
A cada momento
La firmeza y la convicción
En su hogar, y hubo un momento
En el que esa firmeza se le metió
En la sangre,
Aunque tiempo después
Esa firmeza le hizo falta,
Dejó escapar la convicción
Y se formó una sucesión
De errores garrafales
Que en un principio no creyó,
Pero que a la hora de la verdad
Afectaron su vida
Mucho más de lo que pudo
Haber imaginado nunca.
Su gallardo romanticismo
Tuvo un efecto de búsqueda en él:
Su gran admirar a las señoritas
Fue causa de malos entendidos,
Pero nunca dejó que esa nimiedad
Trascendiera más de lo debido.
En su búsqueda hubo tiempo
De analizar, de concluir, de meditar.
Y en el momento justo
Donde se le iban escapando
La mencionada firmeza
Y la heredada convicción,
Llegó ella, con el paso fuerte
Con la altura guerrera,
Los ojos tono petróleo, perfectos,
Y la sonrisa de una ninfa.
Ella llegó una noche
De un parque tardío y una fuente.
En ese momento, tal vez,
Ninguno de los dos supuso
Como seria todo de ahí en adelante.
Ella llegó justo en el nudo
De esta historia: donde empezaban
A empeorar las circunstancias
En la vida de él,
Donde todo dejó de importar
Más de lo debido,
Y donde la vida empezaba
A tomar la forma de un vaivén
De luz y tinieblas.
Compartían inclinaciones
En diversos aspectos,
Y las diferencias entre si
Daban un muy interesante
Aderezo a sus conversaciones.
Empezaron a encantarse
Y tuvieron que librar batallas
Para estar juntos.
Tal vez parezca algo fuera de tono
La mención de la dama,
Pero en realidad su presencia
Ha significado tantas cosas
En la vida de él, que no mencionarla
Sería como hablar de la filosofía
En la antigua Grecia, y no referir
A Sócrates, Aristóteles o Platón,
Por ejemplo.
Cuando empezó a germinarse
El nudo de esta historia
En la vida del personaje,
Ella estaba ahí, firme a su lado,
Con la certeza de apoyarlo
Aunque él no tuviese más
Que su amor y su ser para ella.
Lo comprendía en dimensiones
Inimaginables, y decidió permanecer a su lado,
Valorando más que nadie,
Más que nunca,
La parte mas humana de él,
Esa que todo el mundo
Dice valorar entre si,
Y que en realidad la avaricia
Vuelve niebla.
En ese momento empezaron
A aflorar las desdichadas
Consecuencias de esos errores
Garrafales que él había cometido.
Y empezó a sentirse desubicado
En su existencia,
Como si fuese un peón de un
Ajedrez, un peón sin color.
Esas desdichadas consecuencias
Lo afectaron,
Emocionalmente
Lo desestabilizaron,
Y lo llevaron a concluir
Argumentos demasiado dramáticos.
Su vida se torno invisible
No sentía más que una suerte
De vergüenza, como si esas
Desdichadas consecuencias,
Los primeros pasos de esos
Errores garrafales
Hubiesen nublado
Las cosas buenas que había en él.
Pero hay momentos
En los que uno puede
Ir renaciendo, redefiniendo
Su ser, su norte,
Muchas veces con pasos
Descalzos sobre carbón ardiente,
Y ahí esta él ahora,
Aprendiendo de lo cometido,
Volviendo a fortalecer
Ciertas añoranzas,
Dejando más a un lado la nostalgia,
Y concibiendo el tiempo
Sin tantas preocupaciones.
Ahora su vida tiene un nuevo
Horizonte, y va caminando firme,
Junto a ella.