La necesidad de estar en permanente contacto con
nuestros miembros, en la Iglesia de Jesucristo de los
Santos de los Últimos Días, los Maestros de
Orientación Familiar deben visitar a aquellos hermanos
que le han sido asignados para su cuidado y enseñanza
en el Evangelio.
En un ocasión se dio el caso siguiente:
Un hombre, que regularmente asistía a las reuniones
de la Iglesia de un determinado sector en una ciudad,
sin ningún aviso o simple conversación dejó de
participar en sus actividades. Después de algunas
semanas, el líder de aquel grupo decidió visitarlo. Era
una noche muy fría. El líder encontró al hombre en
casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde
ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la
razón de la visita, el hombre dueño de casa dio la
bienvenida al líder, lo condujo a una silla grande
cerca de la chimenea y se quedó quieto, esperando el
inicio de la conversación. Se hizo un grave silencio.
Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las
llamas en torno de los troncos de leña que ardían. Al
cabo de algunos minutos, el líder examinó las brasas
que se formaron y cuidadosamente seleccionó una de
ellas, la más incandescente de todas, empujándola
hacia un lado. Volvió entonces a sentarse, permane-
ciendo silencioso e inmóvil. El anfitrión prestaba
atención a todo, lo que hacia su maestro orientador,
solo observaba y esperaba, fascinado y quieto. Al
poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó,
hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su
fuego se apagó de una vez.
En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de calor
luz, ahora no pasaba de ser un negro trozo de
madera. Ninguna palabra había sido dicha desde el
protocolar saludo inicial entre los dos amigos.
El líder, antes de prepararse para salir, manipuló
nuevamente el carbón frío e inútil, colocándolo de
nuevo en el medio del fuego. Casi inmediatamente se
volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de
los carbones ardientes en torno de él. Cuando el
líder alcanzó la puerta para partir, su anfitrión le
dijo: Gracias por su visita y por el bellísimo sermón
que me ha enseñado....
Regresaré al grupo de trabajo en la Iglesia.
¡Que Dios te bendiga hermano!
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