Vivimos inmersos en apacible inercia
aguardando a que el canto de un ruiseñor
dentro del tiempo y sus tinieblas
nos provoque un instante de exaltación
Fantasioso oscurecer en tus lacios cabellos
sueltos y contrapuestos a la serenidad de la aurora
esparciéndose al son de luciérnagas tintillantes,
aliviando la carga de todo desluciente dolor
Esa voz que tus oídos urgen escuchar
contiene palabras que el arrepentimiento supo callar
y quedó en las líneas volátiles a ti dedicadas
que tu piel nívea podrían recorrer sellando,
con cumplidos y tinta violácea los poros de tu espalda,
exudantes de clamor, por indómita pasión
Este oscurecer y su nublosidad grisácea
con la llamarada eufórica de las estrellas
y un aullido salvajemente resonante
encendió un grito casi inmaculado para tus sentidos
El brote insomne de impaciencia romántica
poco eco hace en la inmensidad de la indiferencia
para contrarrestarla, únete a la briaga demora de mi fe
que se resiste a olvidar la última gota escondida
en el pozo ya enterrado, del amar sin condición