Piel tersa, blanca de porcelana,
Desnudas mi mirada de juicio,
Y haces de mis sentidos esclavos
De tu esencia de mujer imperfecta,
Te toco con la oscuridad de mi ceguera,
Rosas con tus palabras mi descalza respiración,
Encantas con tu olor el perfume del tiempo,
y te haces sugerentemente embrujo del espacio.
Eres dueña de mareas de miradas,
Embravecidas algunas y otras tranquilas,
Pasionales, libidinosas, tiernas, eternas
y en tu piel todas perdidas,
Desnudando en tus bellos cálidas caricias,
Y descubriendo en cada poro grandes guerras,
Eres dueña de grandes mareas,
Las mareas que el brillo de mis ojos cabalga,
Y la inmortal grandeza de tu belleza gobierna.