Tu vida tú quisiste entregar
sin nada a cambio esperar,
a cuatro rosas blancas
salidas de tus entrañas.
De las rosas espinas nacieron,
y se torno grisácea
su blanca pureza,
pero tú seguías pese a verlo,
regalando tu ser y tu tiempo.
Tu lo hiciste sola
sin, de tu mitad, el apoyo,
dejando en tus manos
por palabras, callos,
y bajo tus ojos,
oscuros montes de cansancio
en los que se veían surcos
de cauces secos, por dolor.
Tus rosas construyeron alas
y remontaron su vuelo,
algunas cual palomas
otras cual cuervos,
escaparon una a una
del abrigo de tu seno,
unas volaron a mucha distancia
y otras pese a la lejanía
nunca de ti se alejarán,
unas con lo vivido en recuerdos
y otras con amnesia autoinflingida.
Yo nunca olvidaré
aunque mil años pasarán,
todo lo que hiciste por nosotras,
y no tendría mi existencia
suficientes segundos de vida,
para agradecerte cada instante
de la vida que entregaste
por y para nosotras