En la soledad de mi balcón
me detengo a observar;
hacia abajo, las luces de la ciudad que se adormece
y, hacia arriba, el infinito sobre mi.
Millones de estrellas me contemplan,
Venus, de frente, luminosa, me hace compañía.
Cierro mis ojos para sentir en mi rostro
como el suave viento lo acaricia
me canta al oído, me susurra.
El olor a tierra mojada presente
inunda mis pulmones
y agradezco en silencio a la lluvia.
Sonrío, con los ojos aún cerrados,
me doy un abrazo,
siento resbalar una tibia lágrima por mi mejilla.
Teniendo tanto amor alrededor,
tanta presencia de Dios
y yo sintiéndome por tu ausencia sola y vacía,
¡que ironía!
me arreglo el cabello con que el viento jugó
le guiño el ojo a Venus en señal de despedida con una sonrisa;
inhalo profundamente la humedad
y corro a mi cama a descansar
buscando la tibieza de mi tranquilidad
para unirme así a mi ciudad que ya dormita.