¡Oh!, Jesús eterno,
hace dos mil once años
que ofrendaste tu vida
para salvar el mundo.
Sin importar que eras hijo de Dios
te crucificamos, haciéndote cargar
con nuestras culpas y pecados,
sin tu ser pecador.
Cargaste con la pesada cruz
llevando nuestras culpa al calvario,
para que seamos limpios
con tu preciosa sangre derramada.
Al mundo parece importar poco
el gran sacrificio que has hecho;
andamos como ovejas descarriadas
por el camino que no se debe seguir,
pecando cada día contra el cielo, y contra ti,
sin tener conciencia de lo que cometemos,
blasfemamos contra tu nombre;
y después hipócritamente decimos – “quererte”
mientras nuestros actos demuestran aborrecerte,
sin ver cuan grande es tu amor
al permitirnos la vida,
en la que no hacemos mas que ofenderte;
estando siempre presto a perdonarnos;
aun así, no tomamos conciencia
de tu infinito amor para la humanidad,
ofendiéndote a cada instante;
no merecemos la vida
aun así nos permites vivir.
Somos hijos ingratos…,
nos das luz y buscamos las tinieblas
nos das vida, buscamos la muerte…,
después decimos adorarte
guardando poco, y casi nada de respeto
en una semana, - “llamada santa”-
¿y después?. Olvidamos,
que no solo esa semana
nos permites la vida,
que no solo esa semana
nos das el aire, el agua, y todo lo que necesitamos.
¡Oh, señor!...
perdona todos nuestras ofensas contra ti,
ya que nunca dejaremos de ofenderte.