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PARA ANNA, CON DEVOCIÓN.
No puedo escribir, ni siquiera los versos más tristes esta noche.
Envidio a Neruda que sí lo ha podido una y otra vez.
Tengo las manos atadas a tu recuerdo, y la mente perdida en el bosque del olvido.
Mis ojos no ven mas allá de tu imagen de agua y estrella escondida.
No escucho el rumor del silencio que la melodía de tus caricias un día inventó.
Cómo es tan distinto el momento inefable de cuando me amabas.
Si acaso viniera una chispa ciega a descubrir tu rostro
Y ver que es lo mismo la miel derramada, y un trago de hiel.
Ni un rayo perdido en cenizas de ausencia se atreve a cruzar.
Faltan fantasías en las cuerdas mudas de las realidades.
Ni una orquídea triste asoma pistilos de luz peregrina.
Todo es tan distinto al pronunciar tu nombre y rezar que te amo.
Ay, cómo quisiera morder ese viento que roza tu cuerpo.
Romper los trinares de ramas inquietas que oyeron tu voz.
Si bien yo pudiera convertir en polvo las olas que mojan la roca encendida
Podría acercarme despacio y contrito a la ribera inerte de tu corazón.