Me consume la soledad entre tanta multitud,
A pesar que voces escucho. No diferencio
El llanto de una roca y el oleaje del mar.
Me falta el filo de tu cuerpo avezado a mi carne,
Falta tu amor de condenas sobre mis manos.
Negra noche que odio con locura,
Curas las llagas de esta melancolía,
Y haces renacer el dolor cada mañana,
Por eso muero con sutil engaño,
Y despierto con manos de hiero y pies de madera.
La noche que ayer escribió mi poesía,
Hoy guarda en su cielo la imagen de ella,
Y en momentos de brillantez estrellas,
Forma el nombre y la silueta.
Dulce mujer vestida de sombras,
Ayer rose con mis manos tu suavidad de algodón,
Y hoy con mis pies labro el camino que va hasta el final,
Fácil es ver el cielo, fácil es sentir demonios,
Pero imposible es acostumbrarme a tu ausencia,
Que me deja recuerdos bellos en momentos de amargura
para haser con ellos la trensa de mi muerte.