No vi la luna estaba tapada por las nubes,
El camino estaba rustico después con mucho lodo el horizonte con niebla,
Una lagrima y mi mano empuñada refleja mi sentir de ira,
Los árboles secos acompañaban mi tristeza.
Caí,
No tenía fuerzas,
No quería seguir,
Mi amor salía moribundo como el hedor de las más profundas pesadillas,
Eran friables ahora los sueños,
Nada era compacto ni volátil en mí,
Era nada,
Convertida en silencio tinieblo de cruz y de salves,
De entierro y funeral.
Cae un aguacero lleno de gotas de confusión,
Humedece mi visión y no quiero levantarme me mata esta agonía,
Este tropiezo en mi camino me obstaculiza las ganas de vivir,
Pero dentro de mí hay algo que quiere avanzar más allá del horizonte.
Aunque lo sé,
aun se atreve el desosiego,
pisotea mis esperanzas,
muestra mi facie cadavérica,
moribunda,
de dolor espiritual;
no hay versos tristes esta noche,
-contradigo y sigo al Poeta-
hay versos de casulla fúnebre,
de luto cerrado,
de emocionalidad marchita,
de besos nauseabundos,
de asperezas,
de caricias letárgicas,
y palabra ciega;
hay algo peor que la tristeza,
el desconsuelo eterno.