Aquí entre estas fútiles sabanas,
Como fiera salvaje,
Con la caricia de tus manos,
Has marcado un territorio en mi cuerpo
Que solo es tuyo,
Cuando el arma de mis poros
Despierta tu instinto.
Y en apetito desbordado,
Me vas tomando toda para ti,
A tu entero antojo
Deleitándote con la forma de mi senos,
Con la fragilidad y frenesí,
Que los tomas todo tuyos entre tus dedos.
Aprisionas mi carne humedecida de ti,
La estrujas con tus brazos,
Que deliran y se enloquecen
Ante el deseo hambriento de poseerme.
Tu mirada hurga sigilosa en los adentros de la mía,
Y descifras cauteloso,
Lo que quiero, lo que mi ser te pide
Y estas más que dispuesto a complacerme,
En este imperio de hedonismo,
Que has dispuesto sobre mi desnudes.
Y…
Bailamos, jugamos con el placer,
Poseemos todo,
De arriba a bajo,
De un lado al otro,
Yo abierta tomado tu cuerpo
Tu dentro gobernando mi sexo.
Nos saboreamos sin descanso,
La inequidad de un beso
El desafiante aroma de la carne,
La dulce miel de un sudor.
¡Si! como felino en celo
Te posesionas de mí,
Implacable amo y señor de mis formas,
Y sigues teniéndome solo para ti,
Subyugando mi gemido
Conquistando mí deseo.
Y sabes que haz vencido,
Tras esa lucha sin tregua,
Por esclavizar mis fuerzas
Por doblegar mi alma,
Cuando al embate de tu cuerpo viril;
Mi ser se abre más que nunca,
Y de mi boca se escapan
Los gemidos más latientes,
Cuando he llegado a mi máximo placer.
Y te yergues orgulloso,
Cuando tu placer más extenso se hace presente,
Y tiembla tu carne y se embebe tu piel,
Cuando la ráfaga de gloria infinita
Se apodera ti.
Y quedamos ahí en la humedad tibia y casi fría,
De estas sabanas que fueron el lecho,
De un encuentro, de una lucha
De pasión y deliro,
De frenesí y locura desmedida,
Ahí entre tu mirada y la fuerza de tus caderas,
Que se mueven acompasadas en lo profundo de mi pelvis;
Me haz marcado la piel con tu caricia,
Has dejado huella en mi boca de tu aliento,
Para que nadie más pueda tomar,
Lo que por derecho es tuyo
Y en enloquecido anhelo,
Es tu dominio.