Le regalé una delicada rosa blanca
la tomó con sus manos tiernas
un suspiro emergió de su alma fresca
y una refulgente estrella me regalo ella,
se fue cantándole feliz al amor
que en mi avivó
y en un valioso jarrón chino
de la dinastía Ming la atesoró,
sus blancos pétalos se marchitaron
y el tallo perdió sus fuerzas,
lloró la perdida del testimonio
del amor por ella,
tomó la rosa blanca y la guardó
ya yerma,
ella lloro desconsolada
y estoy seguro
que también lloraron las estrellas.