Abrió sus ojos y con dulzura
levantó a los demás para trabajar
con el canasto en mano y sin esperanza alguna
de recibir de la gente un poco de bondad.
Mientras el gobierno en sus discursos habla
sobre la ayuda que al pueblo da,
él se encuentra soñando detrás de unos cristales
con saciar su hambre en una pieza de pan.
Observa a la gente andando en coches
quejándose del mundo en el que están
mientras él que se congela por las noches
deseado estar en su lugar.
Día a día con la misma rutina:
sin saber a dónde irá,
poco a poco las rosas se marchitan;
y nadie las querrá comprar.
Él no conoce juegos ni juguetes
pero sí el dolor y tristeza de ser
un hombre en cuerpo de niño;
que su infancia no disfruta como debido es.
Y llega el pequeño al final del día,
su cuerpo se encuentra agotado...
son las estrellas quienes lo cobijan
junto a los otros niños del barrio...