Con profunda languidez,
Vierten lágrimas los ojos,
Para limpiar el alma,
Bañan el rostro,
Resbalan tranquilas,
Sin prisa,
Sin tormentos,
Llevan cargas de emociones.
Gimen entre sollozos,
Cristalizan viejos dolores,
Para convertirlos en gotas de llanto.
Se hace un silencio,
Y a lo lejos se escucha,
El trinar de un gorrión,
Es la señal divina.
Estamos blancos,
Con pureza nuevamente,
Sin una pena,
Se ha ido el miedo,
Y la tristeza,
Resplandece el espíritu,
Cuando el roció ya se ha llevado,
En la humedad todo el lamento,
Dando paso al nuevo renacer,
Que en un suspiro,
Invita a la euforia,
Que regresa con la alegría.
Ya no hay neblinas,
Llega el consuelo,
Junto a la calma,
Viene a la gala,
La bella sonrisa,
Porque ha cesado por fin,
Aquella tormenta.
Colombiana.