I
Camino por la ciudad, buscando parajes extraños. Singularidades en el paisaje rutinario. Rutina de acabar con el aburrimiento causado por la vida cotidiana.
Veo un barco que sale a recorrer los cielos con smog de mi ciudad natal.
El barco se estrella con una luna menguante, que lo corta a la mitad, y hace que todos sus pasajeros caigan, es decir, que vuelen.
Sobrevolando la ciudad, un pájaro que observa tal espectáculo, choca con una pared.
Mientras cae, ve que el resto vuela. Sin embargo, siente el viento tan cálido que no se da cuenta cómo avanza tan rápido hacia atrás, dejando así a los sujetos que salen del barco encallado. Viéndolos cada vez más lejos... ¿Suben ellos, o baja el pájaro?
De repente, siente el impacto que causa un camión al ocurrir una colisión con un pequeño, diminuto, cuerpo.
En el camión, hay un sujeto joven de pelo oscuro, tez blancuzca y mirada cansada a quien llamaremos Carlos.
Al ver que un ave choca contra el vidrio panorámico de su camión, lo para, baja de su vehículo y acto seguido se fija en el ¿animal? que se encuentra ahora en su suelo. Se fija en que este se desvanece a medida que lo examina.
Se inquieta, se pregunta. Cuando se atreve a tocarle, se percata de que ya no está. Desapareció.
Luego, impávido, echa llave al camión y se va a a caminar en solitario bajo la luna menguante que partió el aparentemente enorme barco, e hizo que un pájaro morado impactara su vidrio (sospechas que tiene Carlos, pero que no se atreve a contar al transeúnte normal, para no salirse del paradigma de su sociedad expectante...)
Siente un llamado, que luego resulta ser de unos ojos claros.
Sin saber por qué, camina a pasos agigantados. Marchando. Llega hasta la luz de tales cristales y descubre un rostro amanerado.
Espera hallar quien corresponda con la realidad del pájaro y el barco cuyos habitantes ahora están volando.
Maquinalmente, se acerca a este ser desconocido, que se le ha aparecido tras unos ojos cafés brillantes... Unos ojos que, al fijarse en ellos, le hacen sentir un escrutinio perpetuo. De los cuales le es imposible apartarse por el hechizo que traen consigo tales globos. Hechizo al que sucumbe.
Trata de iniciar una charla...
NO PUEDE.
Sin embargo, no es necesario, ya que en el momento en que lo intenta por segunda vez, una ráfaga de viento levanta los dos aventureros, y los lleva a buscar una realidad diferente...
De común acuerdo, empiezan una conversación tácita. Se miran, y con un gesto explican todo cuanto pueden decir, sentir y expresar.
Miran al mar en el que se movía el barco que partió la luna.
Se dan cuenta, de momento, que vuelan hacia un lugar atemporal. Un desierto con arena amarilla que a la distancia se vuelve verde.
II
Pájaro bello, que desaparece. Pájaro que se va.
Que huye y se va. Que deja de estar.
Que sigue tras su fingida libertad.
La finge sin quererlo, el humilde pájaro.
Porque está ligado a sus normas naturales.
Porque está atado a tus necesidades viscerales.
Su nido le espera. Su nicho y cantera.
Pero hay quienes vuelan sin miedo, librándose de sus ataduras.
Hay quienes desprecian y desobedecen el despotismo de la naturaleza.
Pero ya no son pájaros, que migran a causa de ella.
Miles de criaturas lo hacer caer a tierra, en medio de una selva que surge a sus pies.
Su mirada triste denota la impotencia producto de varios lustros de lo mismo.
Su alegría es producto de la tregua de su triste mirada.
Ahuyenta cada recuerdo de su mundo, haciendo uso de un instrumento novedoso para él: El olvido resultante de la transformación.
Su sonrisa espontánea le lleva a un nivel ulterior.
Se ve ahora como un bicho kafkiano, con aspecto de trágame tierra, que logra vadear los espejismos de la belleza terrenal.
Se encuentra con que su abyección integral lo hace especial.
Se topa con otro animal semejante. Se arrastra como víbora tras el que luego será su alimento, dando cuenta de su increíble poder.
Crece, se fortifica. Ahora nuestro bicho vuela, caza su presa y se la lleva para danzar encima de ella y el otro animal.
El que creyó ser su igual.
Quiere ahora dominar la realidad que se le ha presentado. Esa ¿localidad impenetrable?
Inexorable. Prepotente. Carlos se disemina cual colonia, encontrando, y no buscando el camino afuera.
Por fin, o espontáneamente, se halla desaparecido de esta selva.
Como gato, furtivo camina, haciendo alarde de su bien lograda libertad.
Impetuoso. Desdeñoso, al parecer.
Capitalista. Salvaje que se hace pasar por doméstico para obtener algo más.
Voluntarioso. Autosuficiente.
Por ende solitario.
Atento. Adaptable. ¿Iluso?
Prepotente.
Vigilante. Errante. Pequeño. Peligroso.
Felino.
Irascible. Impredecible. Auténtico.
Autoritario. Valiente. Inescrupuloso.
Creador. Destructor. Irracional.
Poderoso. Egocentrista.
Sigiloso. Suspicaz. Prudente.
Felino.
Sin embargo, no está exento de sentir aprecio por algún ser.
Eventualmente, deja de ser tan salvaje.
Ha dejado de ser tan gatuno.
Ha vuelto a su camión convertido de nuevo en un humano que se cree superior...
III
Nuestro héroe aparece de nuevo en su camión, con la luna menguante casi oculta.
Todo había sido un sueño, más soportable que la misma realidad, que obliga a Carlos a volver a su trabajo.
Volver a su cotidianidad estúpida y arraigada en cada lugar común que visitaba.
Veía de nuevo la cabrilla, y las luces delante de él.
Enciende el camión. Se encamina rumbo a su lugar. Todo igual.
De repente, aparece tronco de árbol tras el panorámico, que termina con su efímera existencia.
Termina así un relato de monotonía. Empieza otra historia.
La historia de Carlos en el nivel más alto de su aventura, en el más oscuro de los estratos de la luna.
La claridad que ciega no puede impedirle ahora ver más allá.
Es ahora una de esas criaturas que salen de un barco etéreo que parte la menguante, e invaden nuestra vida como puntos que caen sobre el que está dispuesto a verlos. Modulando nuevas impresiones. Procurando disminuir cada vez más la miopía procedente de la existencia terrenal.
Despistando un pájaro evanescente.