Frescas y cristalinas como aguas de manantial
que llenan los ojos de vida,
son tus caricias, susurros de ternura,
donde me abandono, donde muero de felicidad.
Aguas vivas que llegan sin llamar,
que aparecen alegrando los momentos,
que llenan de respuestas un silencio
acallando los gritos que la pena,
hija bastarda del triste pasado, intenta eternizar.
Aguas vivas como tu abrazo vivo,
que llegan límpidas como puro llegó tu amor;
aguas que restituyen la vida,
donde sólo moraba indiferencia
vestida con la amarga mirada de la resignación.
El agua de la vida, como el amor de este presente,
pasa por delante y se deja acariciar, no se detiene;
se sugiere con la voz que entienden los sentidos,
se entrega como la noche y se pierde como el Mar;
el agua de la vida, como el amor de este presente,
es la razón para seguirla
para mimarla y también para quererte.
(Jpellicer)