En este mundo hay una mujer,
que se parece mucho a Dios,
con bella expresión de ángel,
y de incomparable amor.
Es la mujer que me dio la vida,
que en su alma agradecida,
me bendice a cada instante,
y me llena de profunda ilusión.
En mis infantes años dorados,
me acariciaba con ternura,
me cantaba con voz de dulzura,
y me dormía con una oración.
Esa mujer es mi madre,
el ser que hoy, pasados los años,
sigue siendo mi guía y mi fe
mi sustento y mi protección.
Es la santa señora hermosa
que como la flor más primorosa
ofrece fragancia a mi futuro
y de quien siempre recibiré bendición.