Aktinos (Paola C)

Ojos ciegos...oidos sordos...

Sumisa en mis pensamientos, ahí me encontraba, en el lugar donde me sentía más segura en la tierra, (además de donde me encuentre al lado de mi amado), me dirigía rumbo a mi hogar, y meditaba sobre mi vida, sobre el ser y el deber ser, sobre lo bueno y malo (si en realidad es malo lo que es malo o bueno lo que es bueno o son dependientes de los contextos que puedan presentarse), sobre el amor y  su naturaleza, preguntándome sobre el poder de este y si en verdad era eterno, sobre el porqué de las cosas, como siempre suelo hacerlo. Mientras me encontraba ajena al mundo, pase por alto a un hombre cuya mirada se encontraba fija en mí. Un hombre de mediana estatura, delgado pero fuerte como un roble, de tez blanca como la nieve con unos ojos azules que reflejaban tranquilidad al mirarlos, así como una satisfacción en su semblante muy probablemente lograda en sus años ya vividos que mostraban sus arrugas finas y muy definidas, su rostro con un toque de bondad, me transmitía una sensación de confianza aún sin conocerlo. Todo eso observé en el hombre que tan fijamente y sin explicación alguna me miraba, mis disimuladas miradas de reojo para tratar de deducir la razón de tanta atención no eran suficientes. Un lugar a mi lado se desocupó y aquél sujeto a mi lado se sentó, seguido de eso comencé a resolver mis dudas. Fijé mis ojos en su rostro para contemplarlo, este me sonrió y me dio las buenas tardes, dijo que había notado mi inquietud por sus miradas pero no podía evitar no observar a esa joven que tan preocupada se veía, que a pesar de su juventud parecía tener el cansancio de una anciana pero las sonrisas que de vez en cuando salían de sus labios producto de recuerdos la hacían ver como una joven enamorada. “No pude evitar tratar de deducir qué había detrás de esa jovencita así que quiero pedirle a usted permiso para regalarle algunas palabras” me ofreció dulcemente como si fuera a darme un bello regalo que aún no conocía que era. Acepté, tenía que hacerlo, quería saber qué tenía que decir ese hombre ajeno a mi vida. Y después de eso comenzó una charla que cambiaría mi visión de las cosas.

“Mi cuerpo se encuentra marcado por los años, mis manos, llenas de callos por las luchas que uno enfrenta en la vida, mis pies cansados de tanto caminar, mi huesos adoloridos de tantos golpes que me dio el destino, mi rostro arrugado por las noches sin dormir, así se encuentra mi cuerpo, marchito como todo lo material en esta tierra, en cambio, mi corazón, está satisfecho de tanta felicidad, inundado de amor, extasiado de los regalos que me dio la vida y me gané a cambio de muchas lagrimas y noches en vela.”

Yo sólo lo observé y veía la verdad en sus palabras con ello. Parecía reflejar cada punto mencionado. A pesar de ello, no quería que callara, aún no comprendía la razón de tantas palabras. No fue necesario pedir que continuara, parecía leer mis pensamientos.

“La vida no es fácil, es una constante lucha, implica pasar por momentos tormentosos, por lágrimas, por dolores, desilusión, en ocasiones inclusive desear la muerte misma al sentirnos con dos  bloques de plomo en vez de pies que  ya no pueden seguir, la vida es una serie de sinsabores, eventos desafortunados, pero adornados de ocasiones inolvidables, tan bellas que quedan perpetuadas en el corazón, como al amar, veo que sus pesares giran en torno a ello, tiene ojos que reflejan alegría al igual que su sonrisa pero opacadas con una tristeza y cansancio notables, sus gestos nostálgicos me dicen que ama y es dichosamente amada, pero su pesar si no me equivoco radica en miedo y la inseguridad características de un amor difícil, o no bien cobijado entre los brazos de la sociedad, no se preocupe, nadie puede vivir por usted y por lo tanto nadie puede influir en su actuar, los seres humanos por naturaleza deseamos ser jueces de la vida, juzgar situaciones que no son conocidas en su totalidad, pero está en nosotros dejar que estas lanzas lacerantes nos hieran o no, está en nosotros querer demostrar al mundo que no siempre el seguir los estatutos impuestos por la sociedad te conducen a la felicidad, hay quienes no la conocen y por ello dudan de su existencia y se convierten en seres de ojos ciegos y oídos sordos que gobernados por el egoísmo no desea  ver al prójimo en plenitud, claro no generalicemos , Dios coloca personas maravillosas en nuestro camino constantemente. No desfallezcas, la vida es bella pero agridulce a la vez, continúa tu lucha, no te detengas a pensar en otros, aunque entiende que parte de esos “otros” sólo quieren protegerte así que tampoco guardes rencor en tu corazón ya que puede agriar todo lo bueno dentro de él. Si el amor es verdadero puede contra todo y todos. Te lo dice este anciano que mucho sufrió para ser feliz con la mujer que amó como a nadie en el mundo, y que sigue amando a pesar de formar ahora   parte de la tierra y del cielo porque le dio los mejores años de su vida y logró convertirlo en el hombre más feliz del mundo. Jovencita, ruego me perdone la intromisión a su vida, y aumentan mis disculpas en caso de que mis deducciones sean erróneas y usted no viva en esta situación, en caso contrario; siga viviendo y sea feliz a cada momento, no será fácil ganar la batalla, pero el no llevarla podría ser el error más grande de su vida, tenga por seguro que cuando triunfe habrá alcanzado parte  del más buscado tesoro por lo seres humanos, uno que no muchos conocen o dejan que se escapen de sus manos cual flores pierden sus pétalos; la felicidad. Y aún así está no habrá sido alcanzada en su totalidad ya que la vida es una eterna búsqueda de ella”

Fui víctima de la relatividad, al terminar de escuchar esa voz que difícilmente olvidará, había llegado la hora de bajar del transporte público a continuar con mi vida, me limité a dar las gracias con una sonrisa. Al ver desaparecer a ese hombre a lo lejos no pude evitar dejar caer una lágrima emergida directamente de mi corazón, una lágrima de alegría por la motivación recibida, palabras que tanto deseaba oír y en ningún lado encontraba, una lágrima de agradecimiento a Dios por la persona que así como entró salió de mi vida, una lágrima que perpetuaría esas palabras en mi corazón.