Tú te aparcaste en mi orilla,
sin saber nada de mí
y te sentaste a mi lado
y me hiciste sonreír.
Y tus remos y los míos
se entrelazaron en sueños
de navegar por los ríos
de nuestras vidas, sin credo.
Es la fe la que da vida,
pero nunca en los momentos,
que presentes siempre son
y no en futuros inciertos.
Hemos navegado juntos
y hemos consumido etapas…
ahora tan sólo nos queda
que fusionemos las almas.
He regresado a mi río,
esperando que tú vengas;
saldremos al mar, sin olas
e izaremos nuestras velas,
con rumbo desconocido,
guiados por las estrellas,
que iluminen coordenadas
de aguas tranquilas y bellas,
todo un mar de sensaciones
-océanos sin esperas-.
Ven muy pronto y no me tardes,
que la marea se acerca
con el sabor de la noche,
con esa luna tan bella,
que al abrigo de los cielos
nos sonríe y nos contempla.
Cubriremos nuestros besos
con la sombra de las velas,
pues la luna es muy celosa
y nos vigila de cerca.
No tengas temor, mi vida,
que aún hay luz en las estrellas
para incendiar este amor
si tú lo quieres… ¿me dejas?