¡Qué difícil es ser cántaro
cuando el cielo envía pocitos
que no me cesan de llenar
el alma de amor infinito!
Y es que el amor se me hace fuego
que consume los sentidos
cuando el prójimo se quema
en la sociedad sin latidos.
Cuando camino en la ciudad
contemplo el pálido frío
que me impulsa a vaciar
el líquido ígneo que respiro
en manos, pies, ojos,
cabeza y todo sentido
vacío de solidaridad
y repleto de egoísmo.
¡Ojalá otros cántaros
se llenaran de amor infinito!
Así formaríamos un mar
del más puro líquido ígneo,
que consumiría la sequedad
de los ojos marchitos,
para untarles libertad
como se les unta el colirio
para que miren con la visión
del más profundo amor infinito.