Hoy fue mi último amanecer.
Expiré como el sol ante el dominio de la deseada Luna.
Observé como el final se acercaba.
Y pensé en tu exquisita boca de labios carmesí.
Hoy fue mi último aliento,
a esta interminable vida.
Mis orbes cegaron su brillo.
Saciaron la sed de mis recuerdos.
Callaron el precio del pecado.
El alba me reclamaba sin piedad.
Me recordaba el final.
Y yo solo observé paciente.
Esperé a entregarme a sus brazos,
sin súplicas ni tratos.
Embellecerme con los filosos rayos solares,
surcando el cielo hacia mi dirección.
Sentí mi cuerpo arder.
Sentí tu tristeza perder.
Sentí embriagarme de la transformación
a lo que creí la oscuridad eterna.
Llevándome al profundo viaje
del recuerdo del olvido.