El último reposo lo encontraré
en mis años venideros.
Ya puedo imaginar mi espalda
recostada sobre un colchón de madera
revestido con húmeda tierra.
Si morir es soñar, ya veremos
qué sueño me atrapará al final.
Allí, con los párpados enllavados,
contemplando eternamente los astros,
¿subiré a velar el cielo con
el fuerte Hércules,
o me inclinaré ante
el sabio Quirón?
El tiempo pasa.
Me recuesto con el sol,
me recuesto con la luna,
mas no me veo todavía
parte de su compañía.
De no ser por mi cuerpo
corrupto y la falta de aire,
sonreiría irónicamente entre dientes
pensando: ¡Qué bello sueño
es la muerte!