Un par de hermosas palomas,
salen de entre las ramas secas,
divisando el asecho de intrusos,
para guardarlos de la desventura,
a los preciados hijos de la nevera,
que brotan cual rosa del capullo,
rompiendo la blanca cadena.
Echan sus alas al viento en arrullo,
para ver la lumbrera de la mañana,
que se asoma al nido preciado.
Y ellas siempre vigilantes,
inquietas, vacilantes y gallardas,
reciben a sus polluelos brillantes,
con danzas fervososas, al son de sus cantos.