Hay sentires y quereres
muy distintos todos ellos,
con sabor a caramelo
o agridulces cual pomelo.
Pero el querer, que yo quiero,
a mí me sabe a romero,
a hierbabuena y tomillo
y también me sabe a beso.
Tiene el olor de los campos,
de los valles y montañas
y el color de cielos limpios
y la claridad del alma.
Y su sabor es de pan,
cocido en la madrugada,
tierno y crujiente en la boca
y que alegra las mañanas.
Es el querer que yo quiero…
pero es mujer y, por ello,
yo la venero y admiro
y la respeto y adoro
y la contemplo y la miro
y me sonríe… y suspiro
y me estremezco y yo… vivo.
Y sus caricias me llegan
a través de la distancia
y dejan sobre mi piel
el olor de su fragancia.
Esa es la musa que quiero,
la que me inspira mis versos
y los convierte en canciones
al comenzar a leerlos.
Hay sentires y quereres,
muy distintos todos ellos,
pero el querer que yo quiero
es mujer… y yo la espero.