Mi vida, mi infierno, mi locura, mi sol de invierno en las mejillas, calima soez en mis blancuras, caída mortal en mis rodillas. Embriagados hechizos que matando van poco a poco a mi alma errante y el negro al rojo va ganando al solitario crepúsculo que arde. Tatué su nombre en cada esquina de las calles de mi piel desorientada y me inventé un cóctel de sonrisas para paliar con él mis madrugadas. Quise amar. Amar hasta saciarme y el cielo me dio mil rosas negras. Amar... Amé. amé y bebí sangrante de la copa que sacia a los poetas. De esa copa que unge y se culmina con versos lánguidos de sangre.