Amanecí con un poema en la garganta,
himno glorioso que si no cantara,
en mi alma, silencioso se quedara
de sí en secreto, mi amor. ¡Virgen santa!.
Amanecí con un poema. ¡Qué me encanta
amanecer así! ¡Quién no soñara
que su día para bueno comenzara
con poesía matinal -y cuánta-!
Amanecí, pues tú, la de mi reino infanta,
con un poema que en tu amor repara
que a tí se debe y que te lo expresara
en estos versos, mi bien. ¡Virgen santa!