Yo quise ser Garcilaso,
pero los Duendes celosos
de esta mi bella apostura
me bloquearon los pasos
con muy mala compostura.
Pensaron, que si a la pluma
de tan insigne poeta
se le unían mis hermosuras,
no verían culo ni teta,
y no tendrían aventuras.
Pues tanto jóvenes ninfas
como jóvenes pastoras,
morirían por mis hechuras
gozando por muchas horas
de mis mejores venturas.
Garcilaso de la Vega
por tanto no pude ser,
que me conocen por Virtus
y no me como ni un clavel.