Un trocito de mi vida te llevaste,
y con la tuya la mía colmaste,
al emerger de mi seno
con tu primer aliento de existencia
mi alegría comenzó,
y mi dicha con tu primera lágrima.
Viniste a mí como una estrella
en la noche más lóbrega,
después de convencerme
que se demoraría tu ser,
apareciste en mi destino
sin anunciarte, sin previo aviso,
llenando mi existencia de luz,
mi corazón de satisfacciones,
y mi alma de ilusiones.
Tu convenciste a mi maltrecho vientre
para que en su seno te acogiese
y dos estrellas se prestaron
a adornar tu dulce cara
y en contra de los dictados de mi hado
viniste a mi cual rayo de sol que emerge
tras un furioso tornado.
Tus ojos verdes alumbraron mis días
tus dulces besos curaron mis heridas
tus primeras palabras aliviaron mi dolor
tus suaves caricias esquivaron mis ahogos,
y tus abrazos me devolvieron la vida.