No quiero ni una lágrima en tus ojos
ni un suspiro de más para tu boca, hasta el aire frío cuando te toca exaspera lo peor de mis enojos. No son celos y aún menos son antojos, es torrente de amor que desemboca en el fondo del mar de este alma loca que juró a tus penas poner cerrojos. Escudero real velando tu calma, guardián del castillo seré de tu alma. No dejaré entrar el menor lamento. Por ti, mi reina, haré tibio velo, hilado con el mejor terciopelo
que desprende, la rosa de los vientos.