A mitad de la nada, con ojos soñolientos,
Se despierta indolente la canción de la noche.
En el aire se elevan extraños firmamentos,
Que despliegan sus alas con intenso derroche.
Por detrás de las sombras y con pasos muy lentos,
Se espabilan y danzan duendes de medianoche.
Mariposas del aire, fantasmas cenicientos.
Solo, para mí, bailan. No se oye un reproche.
La oscuridad me abraza con su eterna bacante,
Y mis sueños se agitan en la blanca penumbra.
Velar por los dormidos, para ella no es bastante.
La magnífica noche canta con voz radiante.
Se duermen las estrellas y el anhelo se alumbra.
La soledad disfruta la canción de su amante...