Como el mar su orilla acuesta
así las aves su coralino pico al sol ofrendan.
Y dime: ¿la mar te vio siendo su arena,
de nácar toda, de tul y cera?
Y siendo entonces su costa de agua,
su azul resaca, su fiel cantera:
¿te viste en ella creciendo bella?
Rugen los besos de sal y esteros.
Emergen proas de airosos puertos.
Las caracolas hunden sus pechos
que alguna vez, algún marino,
su dicha fueron.
Y ostras pequeñas, como mareas,
muestran sus rizos a las estelas.
Dime, muchacha, dime:
¿suenan clarines
porque en las aguas tus pies mojabas?
Dime muchacha, flor de las algas,
si en arrecifes es que cantaban
las nutrias mientras bañabas.
El sol se esconde bajo tu espalda
y un aro, como un escualo,
salpica sales por tus andares.
Dime, muchacha, dime:
¿tú te secabas con las escamas?,
¿tú te reías con los delfines?,
¿dejaste un día pasear la estrella
y en los corales fuiste a prenderla?
Anudo al mar lo que tus ojos vieran.
Dime muchacha, dímelo cerca:
¿como un espejo puliste la ola
para mirarte y peinarte en ella?
Salvador Pliego
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