Gustav Steiner

¿Por qué te vas, Selene?

¿Por qué, Selene, te has cansado de vivir?

Yo contemplaba tu triste mirar

cada noche, e imitaba, para tu agrado,

la parsimonia de tu trasnochado andar.

 

Con los ojos extraviados al cielo

seguía tus vestidos plateados;

las corrientes caudales del viento

traían el susurro de mi nombre,

y, al sobrevolar las montañas

los corseles dorados de Febo,

escondías presta en el firmamento,

y reías, y llorabas, y me amabas.

 

¿Cuándo volverás a pasear tu gris

mirada sobre mis oscuros cabellos?

Estuviste conmigo en los momentos

más cruciales de mi soledad,

y compartimos, tú sobre tus palafrenes,

aveces fieros, aveces obedientes;

yo a pié, al margen de tu aura,

el arco de la bóveda celeste

y, de la noche calma, la oscuridad.

 

¡No tiñas en rojo tu llanto, amada mía,

pues con él me desangras la vida!