El viento duerme en las ramas
sobre las aguas del río,
que sestea sus reflejos
bajo unos cielos plomizos.
El silencio me provoca
y despierta mis sentidos;
los recuerdos se me anidan,
como tiernos pajarillos,
que van buscando calor
y el alimento preciso.
Y me surge la pregunta
del manjar que necesito,
que se descuelga del árbol,
de la rama, de su nido,
como alimento del alma
y del corazón herido.
Y la respuesta me llega
en la distancia, sin hilos…
Es tu voz que me reclama
con pensamientos furtivos,
que se adosan a mi pecho
en comunión con los míos.
Y esa sonrisa que tienes,
que parece un paraíso,
que se derrite en tus labios
como un zumo prohibido…
a mí me alcanza y me llena
y por ello… te sonrío.
El amor, eterna fuente,
que alimenta nuestro río,
que nos provoca corrientes
y nos deja sumergidos
es el que alimenta mi alma
y con besos te lo digo.
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