Había una vez en un bosque encantado un charco donde siempre cantaba un sapo, una alegre canción de cuna. No es una canción de cuna, dijo El Hada Encantada del Bosque, cuando en el camino lo encontró, al escucharlo ,al sapo quien no cantaba, solo lloraba, por una maldición. El Hada viendo a su alma, le tocó y tomando la varita, en un gentil caballero lo convirtió.
Este caballero gentil por muchas tierras cruzó, entre batallas y cabalgatas. Fue nombrado, Príncipe de la región. El príncipe de las Lejanas Tierras, en su andar, de un secreto se enteró. Que una bella princesa fue olvidada, en una torre de un viejo castillo está, mas el pobre gallardo a su rescate y búsqueda de la joven, el partió. Su caballo ya cansado de tantos días de andar. Su trote amenguó, pero... al fin encontró a la princesa, que de su encierro de tantos años, no quería salir.
El príncipe con su paciencia y animosidad, con bellas palabras a la dama le describió, ese paraíso que ella aún se negaba conocer.
Por el amor a la naturaleza, salió a conocer este Edén que Dios le dió. Un secreto le confió, que a su encierro ella jamás volvería...
De su lado no se movió, cabalgaron juntos por las praderas, valles, montañas… de su lado nunca se apartó. Con el tiempo transcurrido a quererlo ella aprendió y como le amaba dos hijas le dió. Mientras andaban cabalgando, el Gallardo Caballero a mil dragones y ogros enfrentó, para cuidar a esa bella familia que el hada le dio. Porque todos los días esas bella niñas y la hermosa dama, le decían TE QUIERO!! Lo que envalentonaba aún mas al Caballero.
Un día el Hada se el presentó con un medallón de piedras preciosas y oro que en su cuello le colgó. Le explicó que era una protección para el Príncipe y su familia contra los dragones y los ogros.
Cuando sus preciosas hijas crecieron, con príncipes lejanos se casaron. Muy solos ellos quedaron y ella agradeció al Hada Protectora porque una familia le dió, con dos bellas hijas, Por si fuera poco, para ayudarlas a criarlas un gran padre les dió. Asi fue que el príncipe alimentó de amor, honestidad y pasión, cada momento de su familia y le dijo a su esposa que la amaba. Que daba las gracias a Dios por ser el hombre mas dichoso del mundo.
El pobre príncipe triste, con su cuerpo viejo, y su corazón que vive del recuerdo de sus niñas... Pronto su alma rejuveneció, al sentir en sus oidos el aliento de su princesa, que suavemente, le susurraba alegres y felices palabras de amor. Asi fue que fueron felices muchos años.