Vampiro, tú llegaste de noche
y mi sangre bebiste;
yo vi que tus ojos parecían orbes
y así todo el mundo me diste.
Nos empezamos a frecuentar
y algo surgió en mi interior,
te sentía tan cerca a mí corazón,
y no te quería olvidar.
Pero una promesa se hizo presente,
“Cuando todo termine, olvidarás.”
Aquello fue lo que me dijiste al verme
y supe que no te volvería a ver jamás.
Tan dura es tu existencia
que junto a mí no te puedes quedar,
mas tu corazón es tu conciencia
y dijiste que por mí volverás.
El tiempo pasó
y como si fueses nadie se te olvidó,
sólo yo te recordaba
y ansiosa tu regreso esperaba.
Pero no podía simplemente esperar;
tú me enseñaste qué significa vivir,
así que decidí por ti luchar
para poder afirmar mi sentir.
El tiempo pasó y tú no volvías,
sólo quedaba el recuerdo de los viejos días
así que decidí, por el pasado, continuar
y una vida nueva logré comenzar.
El tiempo pasó y te volví a ver
justo dos días antes de mi luna de miel;
me mostraste en un instante lo que me darías
si contigo me quedaba de por vida.
“Tengo una vida” te dije
y tú venganza prometiste:
matarías a quienes en verdad quisiera
empezando por quien mi esposo fuera.
El día de la boda llegó,
un arma fuera de la iglesia disparó;
yo supe de inmediato quien fue
pero por qué fallaste no pude saber.
Estaba en mi noche de bodas y te llamé,
mientras mi esposo dormía te invoqué.
En la iglesia pensé lo peor de ti
y tarde comprendí que todo lo hacías por mí.
Como siempre me raptaste,
a un tiempo/espacio distinto me llevaste,
ahí me dijiste que te matara
al momento de darme un arma.
No te quería matar
pero insistías en que era lo mejor,
pues todo podría emporar
si no tomaba aquella desición.
Al final no resististe mi indecisión
y me arrebataste el arma,
te atravesaste el corazón
y yo volví a la realidad sin recordar nada.
Al final aprendí a vivir,
todo gracias a ti;
y hoy al fin recordé
que por ti continúe.