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Claro está:
no lloraré en el papel;
que mis lágrimas vuelen
y se posen en su dintel.
Engañó al corazón
que le entregó convencido
las llaves del alma
y un ramo de olivo.
Ya no quiero excusas
que traigan esperanzas:
devuélveme mis pensamientos
y guárdate tus cartas.
¿Cómo olvidaré tus ojos,
tu nombre y tu promesa
cuando respiro el aire
que te trae a mi cabeza?
Tu olvido me condenó
a aguardar en silencio
el recuerdo de tu amor
al que ahora no pertenezco.
Claro está:
no lloraré en la ventana;
que mis lágrimas vuelen
y no mojen mi cama.
Rodrigo Eugui Ferrari
Uruguay