Hoy salgo al mar desde el río
sobre una barca – mis sueños–
en busca de los caminos
que me acerquen a tu templo.
En tu altar, en una isla,
donde duermen mis recuerdos,
te encenderé mi sonrisa
con las velas del deseo.
En liturgia muy privada
yo te cantaré mis salmos
para entregarte mi alma
en los versos de un “te amo”.
El cielo abrirá sus puertas
con el sol de la mañana
y la luna y las estrellas
harán la noche más larga.
No habrá coros ni testigos,
que certifiquen el rito;
serán el viento y suspiros
quienes oigan qué te digo.
Y beberé de tus labios
y comeré de tu boca
besos dulces –relicarios –
y palabras que provocan.
Vestiré tu desnudez
de terciopelo en caricias
y el aroma de tu piel
despertará mi avaricia.
Dulces noches, bellos sueños…
llegará la madrugada.
Tu cara sobre mi pecho
y la mía… en tu almohada.
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