LA TRISTEZA
Tengo miedo de entrar
en mi aposento y
dormir, es inevitable.
Con los ojos entreabiertos
no sé si dormido estoy
o estoy despierto,
la veo por el espejo
cuando llega
sigilosa y callada,
se sienta al borde de
mi cama, a
mis espaldas,
me mira absorta y
pensativa, como muda,
no puedo ver
su rostro
pues las lágrimas
empañan mis ojos,
suavemente
alarga su huesuda mano
y me oprime el
corazón
hasta dejarme exhausto.
Lentamente se retira
llevándose entre sus
dedos la raíz de mis sueños,
de tanto en tanto
me visita, por las noches
cuando creo que soy feliz
y me deja acongojado
y en pena.
Guivel