Se consume tan raudamente
Tal y como lo hace nuestra vida
Se va acortando, tan inclemente
Última inhalación; despedida
El humo que sube hacia la nada
Dispersándose por las brisas
Sabor en una mente desmemoriada
En la garganta, cálida caricia
Las flamas detrás de las cenizas
Como el alma atrapada en el cuerpo
Cada aspiración acorta de prisa
Un vida perdida entre el viento
Escorias disipadas en el suelo
En el vasto mundo recorrido
Estela que al exhalar alza vuelo
Hacia el cielo, hacia el vacío
Sin importar que tan fuerte sea el deseo
Una vez encendido nunca se detiene
Incinerando los pulmones con su abrazo
No hay manera de volverlo perenne
Cuando se acaba, como basura es arrojado
No es más que otro de los tantos que existen
Es dispensable, no es más que un cigarro
Es desechado y su esencia no persiste
Tal vez quede prendado su aroma en la ropa
Tal vez su olor quede lindado al cabello
Pero al pasar del tiempo ese aroma se borra
Y abraza al olvido, su último destello
Al igual que las memorias de un ente occiso
Cuando está fresco el recuerdo de su partida
Al decurrir los minutos solo queda en el piso
Los restos del cuerpo, de la carne podrida.
Andrés Ruiz H.