Que horas enemigas, las veo, se ven. Se desploman en formas de exhaustas hojas pardas, de incolora lluvia que muere remisamente expandiendo su inútil cuerpo vencido. Me ven en rostros al margen de lo importante, en las manos del viento inatrapable. Que horas inquinas, no pasan, no siguen, son mí única compañía, intrusas feligresas que al igual que yo te claman, te esperan… ¡ahora las entiendo!
LRL
28-2-2011