Hubo un buen día
en que a una goma
se le quejó un lapicero
cuando ella, toda ufana,
unas letras desaparecer hacía:
- ¿Por qué me borras
todo lo que yo he hecho?
¿Por qué te llevas
con tanta premura
todo mi esfuerzo?
¡Qué fácil resulta para ti
con tu obeso cuerpo
hacer desaparecer
dejando parte de mi piel
entre aquella papelera
y este rayado papel!
Al oír esto la gran dama,
y sin dejar de hacer su trabajo,
le contestó casi de mal gana
y con cierto aire descarado:
- ¿Ojalá que tú hicieras
todo lo que te propones
sin errores y a la primera;
que yo entonces no existiría
o simplemente echaría la siesta
hora tras hora, día tras día!...
Y ahora, piensa un poco,
si tu cabeza hueca te deja,
y entiende que para mí
me resulta muy bochornoso
y me da mucha pena
el tener que destruir
lo que construyen otros.
Cada utensilio tiene su tarea:
un lápiz nunca debe faltar;
pero tampoco debes olvidar
un sacapuntas o una regla
y sin caber la menor duda,
debe estar en tu cartera
esa imprescindible goma
que corrige nuestros fallos
y que nos deja su agradable aroma
cada vez que la utilizamos.
Y esta es la moraleja
que hoy quiero que aprendas:
Para poder hacer bien tus trabajos
impecables y con buena nota,
¡todos los materiales que necesitamos
deben acudir a la escuela!